Nicole Lasserre-Laso
Nutricionista, MSc. Nutrición Humana
Académica Escuela Nutrición y Dietética Universidad Santo Tomás
Investigadora Consorcio ELHOC Research
Si bien, se han reportado importantes beneficios asociados a una práctica regular de actividad física, se estima que a nivel mundial 27,5% de la población adulta es físicamente inactiva, es decir, realiza menos de 150 minutos de AF de intensidad moderada, o 75 minutos de AF de intensidad vigorosa a la semana, prevalencia que se acentúa más en mujeres (Guthold, R y cols. Worldwide trends in insufficient physical activity from 2001 to 2016. Lancet Glob Healt. 2018) lo cual, es probable que esté asociado a los estereotipos y roles de género en nuestra sociedad (Alemany, I y cols. Estereotipos de género y práctica de actividad física. Movimiento. 2019).
Esta tendencia mundial de inactividad física (presente en todos los grupos de edad, incluida la infancia) es uno de los grandes factores asociados al acelerado y sostenido desarrollo de obesidad en la población, donde la alta prevalencia ha sido asociada principalmente a cambios en los hábitos de alimentación y actividad física, aunque se reconoce como multifactorial, siendo influenciada por la urbanización y automatización, el acceso a alimentos poco saludables, el ambiente emocional y psicosocial entre otras.
En nuestro país, según datos de la Encuesta Nacional de Salud, un 35,1% de la población ≥ 15 años es físicamente inactiva (42,5% en mujeres y 27,4% en hombres), siendo necesario identificar otras modalidades para la práctica de actividad física que sean más factibles de ser incorporados dentro de la vida diaria.
En esta misma línea, la velocidad de marcha, o también denominada ritmo de caminata, ha sido identificada como un importante predictor de salud (Middleton A, y cols. Walking Speed: The Functional Vital Sign. J Aging Phys Act. 2015), puesto que la marcha es una actividad natural que puede realizar la mayor parte de la población, podría ser una forma factible de incrementar los niveles de actividad física y se ha estimado que aproximadamente, 10.000 pasos al día sería una cantidad suficiente para cumplir las recomendaciones de actividad física que involucran una buena salud. Más recientemente, estudios internacionales indican que aumentar la velocidad de marcha, es decir, caminar a un paso rápido, es clave para obtener mayores beneficios cardiovasculares y reducir el riesgo de mortalidad prematura (Stamatakis, E y cols. Self-rated walking pace and all-cause, cardiovascular disease and cancer mortality. 2018). Caminar a una velocidad regular o rápida confiere beneficios tanto a nivel mental como social y juega un papel importante en la disminución del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas (Yates, T y cols. Association of walking pace and handgrip strength with all-cause, cardiovascular, and cancer mortality. 2017).
En Chile se han desarrollado dos investigaciones que demuestran esta asociación, ambas lideradas por integrantes del Consorcio ELHOC Research Chile, publicadas en la Revista Médica de Chile con antecedentes de la Encuesta Nacional de Salud (ENS), por ende, con datos que son representativos de la población chilena, en donde los participantes respondieron a través de preguntas cuál era su ritmo de caminata auto percibido. La primera, publicada el año 2020, consideró antecedentes de la ENS 2009-2010 y en ella se analizó que algunas características estaban presentes en personas que caminaban a paso lento (velocidad de marcha lenta) entre ellas ser mayor de 65 años, tener un bajo nivel de escolaridad, presentar estado nutricional de obesidad, se observó una tendencia mayor en mujeres y en personas que viven en zonas rurales. Además, se demostró que Los individuos que auto reportaron caminar a paso lento, respecto a los sujetos que reportaron caminar a paso normal, presentaron: mayores niveles de peso corporal, IMC, perímetro de cintura, mayor concentración de triglicéridos y menor concentración de colesterol HDL (colesterol “bueno”), por ende, una mayor probabilidad de tener diabetes mellitus, HTA y síndrome metabólico (Vásquez-Gómez. Auto reporte de la velocidad de marcha y su asociación con marcadores de adiposidad y riesgo cardiovascular en Chile. Rev Med Chil. 2020).
Recientemente en abril de este año fue publicada una segunda investigación, la cual arrojó resultados similares, pero además establece diferencias entre la velocidad de marcha, lenta, normal y rápida, puesto que en la última ENS 2016-2017 se consultó a los participantes “¿Cómo describiría su velocidad habitual de caminar?” estableciendo estas tres categorías de respuesta. Se reportó que quienes caminan a una velocidad de marcha rápida, presentaban menor edad, mayor consumo diario de frutas y verduras, menores niveles de inactividad física y mayor actividad física total en el día. Para determinar la relación con obesidad se realizó un ajuste por modelos considerando factores que pueden influir (sociodemográficos, estilos de vida y categoría de multimorbilidad, entre otros). Los resultados de esta investigación destacan que las personas que se desplazaron a una velocidad de marcha normal y rápida tuvieron un menor peso corporal, perímetro de cintura e índice de masa corporal que las personas que caminaban en forma lenta. Respecto a la probabilidad de tener obesidad, el grupo que se desplazaba a una velocidad de marcha rápida, mantuvo un menor riesgo de presentar obesidad y de que su localización sea a nivel abdominal (obesidad abdominal), lo cual no se observó para el grupo que caminaba a paso normal tras ajustar los análisis por variables de confusión (Lasserre-Laso N, y cols. Asociación entre la velocidad de marcha y obesidad en población chilena: Resultados de la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017. Rev Med Chil. 2023).
Entonces, resultados de investigaciones nacionales revelan la importancia de la velocidad de marcha como un indicador de salud, el cual podría ser usada como una pregunta de screening en atención ambulatoria de salud para identificar en forma fácil personas de alto riesgo quienes podrían beneficiarse de evaluaciones de su salud metabólica, así como de planes de intervención. Por otro lado, el incremento de la velocidad de marcha en actividades cotidianas de la vida diaria podría ser un método simple, seguro, económico y factible para incrementar la actividad física y el gasto energético diario y así maximizar sus beneficios en la población con obesidad.
Aumentar la intensidad de la marcha significa, a la vez, disminuir el tiempo que necesitamos para cumplir con la recomendación de 10.000 pasos al día, ya que, una velocidad de marcha rápida (superior a 200 pasos por minuto) significaría que 10.000 pasos se podrían completar en 50 minutos, lo cual es más factible de realizar en un día, mientras que si reducimos la marcha a 100 pasos por minuto requerimos cerca de 1 hora y 40 minutos para obtener beneficios asociados a la actividad física. Finalmente, esta evidencia podría ser de relevancia para la generación de recomendaciones de actividad física y políticas públicas orientadas a incrementar los niveles de actividad física de la población, las cuales promuevan un ritmo de caminata con una intensidad adecuada para generar importantes beneficios metabólicos y cardiovasculares.