Nicole Lasserre-Laso
Nutricionista, MSc. Nutrición Humana
Académica Escuela Nutrición y Dietética Universidad Santo Tomás
Investigadora Consorcio ELHOC Research
Valentina Inostroza-Saelzer
Nutricionista, MSc. Nutrición Humana
Especialista en Alimentación Basada en Plantas
Consultora en Descodificación Psicobiológica ©
Mundialmente, la obesidad y el sedentarismo se han convertido en dos de los factores de riesgo más importante para el desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles que afectan la salud de nuestra población a largo plazo como lo son la diabetes, hipertensión, enfermedades coronarias, entre otras. La Federación Mundial de Obesidad la define la obesidad como una enfermedad crónica, recurrente y progresiva, posicionándola como un problema de salud pública, motivo por el cual enfatiza en la necesidad de acción inmediata para la prevención y control. Para esto, es necesario comprender que el exceso de peso tiene causas multifactoriales, como la creciente urbanización y acceso a alimentos procesados de bajo valor nutricional, causas genéticas, biológicas, entre muchas, destacando en las investigaciones de la última década los aspectos biopsicosociales, como el estado emocional y la conducta hacia los alimentos.
Esta área nos abre una puerta importante en la prevención y el tratamiento del exceso de peso, dado que las emociones presentan un rol importante en la selección, calidad y cantidad de los alimentos consumidos, así como también la ingesta de alimentos puede evocar diferentes emociones, siendo una relación bidireccional.
La gran mayoría de las investigaciones que estudian la relación entre la emoción y la conducta alimentaria se focalizan en el concepto del “comer emocional”, referido al uso de los alimentos como un mecanismo disfuncional de afrontamiento de las emociones negativas (ira, tristeza, estrés, angustia, aburrimiento, entre otras), donde se desencadena una aparente sensación de “hambre” o apetito repentina, con deseos de alimentos específicos (reconfortantes), cuya ingesta genera un alivio emocional asociado al alimento seleccionado y viendo esta acción como un modo de afrontar y refugiarse, impactando negativamente en la salud y en la mayoría de los casos, desencadenando cuadros de malnutrición.
La complejidad del comedor emocional es que, al encontrar confort y placer tras la ingesta de ciertos alimentos gatillados por una emoción, generan dependencia a los alimentos, la cual está mediada por procesos neuronales que activan al sistema de recompensa del cerebro, permite asociar ciertas situaciones negativas con una sensación de placer o hedónica, seleccionando alimentos de confort que hacen salir de este estado y, a raíz de esta conducta repetitiva, genera una dependencia alimentaria.
¿Cómo es posible recuperar los ciclos fisiológicos de hambre? ¿existen herramientas para afrontar la ingesta emocional de alimentos? La actividad incesante a la cual estamos constantemente expuestos, a raíz de los ritmos laborales o quehaceres cotidianos, sumado a la escasa educación alimentaria de la población, desvían la atención al momento de alimentarnos, lo que sin duda incrementa el hambre emocional, por esto, se deben potenciar estrategias para recuperar el sentido de la alimentación, llamado alimentación consciente, acto básico para retomar prácticas cotidianas que permiten la atención plena y la recuperación de los sentidos que conllevan al adecuado funcionamiento de los componentes químicos que emiten las señales de hambre y saciedad. Dentro de estas estrategias, la práctica de Mindfullnes y arteterapia han mostrado efectos positivos sobre la recuperación de los ritmos básicos, mayor consciencia en identificar las emociones y desarrollar técnicas para su gestión, identificar a la vez los alimentos que son capaces de “calmar” estas emociones para, de forma individualizada y progresiva ir mejorando la relación con la comida.
Retomar prácticas básicas y asesorarnos adecuadamente por profesionales es la clave para el tratamiento y manejo de la ingesta emocional, el rol del nutricionista es crucial en la pesquisa de emociones asociadas a la ingesta alimentaria, debiendo potenciar estrategias para recuperar el sentido de la alimentación en el cotidiano, apoyados por equipos multidisciplinares e inclusive terapias alternativas que ofrezcan elementos de reconocimiento personal y con ello volvernos más conscientes en nuestras elecciones.